viernes, 1 de julio de 2011

Hace ya tiempo, un hombre castigó a su niña pequeña, de 3 años, por desperdiciar un rollo de papel de envoltura dorado. 
El dinero era escaso en esos días, por lo que explotó en furia cuando vio a la niña envolviendo una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad. Sin embargo, la mañana siguiente la niña le llevó el regalo a su padre y dijo: 
- "Esto es para ti, papito". Él se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía. Le volvió a gritar, diciendo: 
- "¿No sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo dentro?". 
La pequeña volteó hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo: 
- "Oh, papito, no está vacía. Yo soplé besos dentro de la caja… todos para ti, papi". El padre se sintió morir; puso sus brazos alrededor de su niña y le suplicó que lo perdonara. 
Se dice que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí. 
En una forma muy sensible, cada uno de nosotros, humanos, hemos recibido un recipiente dorado, lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos, amigos, pareja, familia o de Dios. Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que ésta.

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